He dudado a la hora de dar un nombre a esta entrada porque no tenía claro cuál era la idea principal que quería transmitir; o mejor dicho, ¡había tantas cosas que contar de este fósil! Por un lado, “Observando un Geczyceras” me parecía adecuado porque estos son unos ammonites muy interesantes. Pero el fragmento observado se prestaba a hablar de los “epibiontes sobre moldes internos de ammonites”, que es algo muy frecuente y puede parecer que sea algo muy difícil que se produzca ¡sobre un molde interno! Al final he optado por la solución Salomónica y lo he llamado de las dos maneras.
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Un fragmento de Geczyceras
La historia comienza cuando aprovechamos un fin de semana soleado para salir a pasear por el campo. Es una buena manera de desconectar del trabajo semanal y hacer algo de ejercicio. Durante nuestra caminata se produce un encuentro inesperado; un gran fragmento de ammonite aparece cerca del camino, en un campo arado. Nos detenemos para observarlo y en seguida, unos detalles llaman mi atención: es un molde interno y sin embargo tiene algunos epibiontes adosados; ¿Cómo es esto posible?
Molde interno de ammonite
Analicemos primero el fragmento de ammonite que también es muy interesante.
La concha de los ammonites estaba formada por aragonito, que es una de las formas cristalinas en las que puede presentarse el carbonato cálcico. Otra forma es la calcita y aunque ambas tienen la misma composición química (CaCO3), se diferencian en la estructura cristalina, esto es, en la forma como se empaquetan los átomos de carbono, oxígeno y calcio. Esta diferencia es la responsable de que el aragonito sea más soluble en agua e inestable a temperatura y presión ambiente.
¿Qué significa esto? Pues que solo bajo ciertas condiciones, la concha de los ammonites fosiliza y se conserva. En la mayoría de los casos, se disuelve y se pierde con el paso del tiempo.
Foto 2. Dos fragmentos de ammonite de la misma especie: Kilianiceras gratianopolitense. El de la izquierda es un molde interno que lleva tiempo expuesto a la intemperie y está mal conservado. El de la derecha es solo un fragmento que sí ha conservado la concha que aparece fracturada. En condiciones especiales, el aragonito recristaliza en calcita y se conserva. Estos ammonites son del Cretácico inferior de las Cordilleras Béticas.
Al perderse la concha, lo que queda es el molde interno que se formó cuando esta se rellenó de sedimento, y esto suele permitir observar los detalles internos. Por ejemplo, la línea de sutura que es la línea de contacto entre los tabiques y las paredes de la concha.
Observando nuestro fragmento de ammonite vemos varias de esas líneas más o menos paralelas y a continuación nada. Eso es porque lo que tenemos delante son los últimos tabiques y el comienzo de la zona diáfana de la concha que se denomina cámara habitación, ya que es la zona que estaba ocupada por el cuerpo del ammonite.
Por la forma que tiene la sección de la concha (ojival), el poco solape que hay entre las vueltas (es una forma evoluta) y la forma de las costillas (gruesas, pareadas a partir de un abultamiento situado en torno al ombligo), con una quilla marcada pero muy poco prominente; todas estas características nos indican que estamos ante un ejemplar que pertenece a la familia Hammatoceratinae. Muy probablemente se trate de un Geczyceras o un Hammatoceras, que se diferencian en la línea de sutura.
Foto 3. Sección del fragmento: ojival con 55 mm de alto. En vueltas internas es más redondeada.
Ahora pasemos al otro detalle interesante; el molde interno tiene pegado “cosas”; ¿qué son?
Epibiontes sobre ammonite
Son fragmentos de otros organismos que se establecieron sobre la concha del ammonite (epibiontes). Observándolos en detalle podemos apreciar restos de valvas. Se trata de moluscos bivalvos que cementan una parte de su concha sobre un sustrato duro para desarrollarse.
En este caso utilizaron la concha del ammonite y esto pudo ocurrir mientras este estaba vivo o cuando la concha vacía yacía sobre el fondo marino. En el primer caso, suele haber posiciones preferidas y los epibiontes suelen aparecer en ambos flancos, mientras que, en el segundo se suelen distribuir de forma aleatoria en uno de los lados, que fue el que quedó expuesto. Nuestro ammonite solo los tienen en una cara.
Foto 4. Detalle de las líneas de sutura y de los epibiontes que aparecen adosados sobre ellas. La cara opuesta está limpia, lo que nos indica que lo más probable es que la concha fuera colonizada cuando yacía sobre el fondo marino.
¿Cómo han llegado los epibiontes al molde interno del ammonite?
Podría haber sucedido que primeramente hubiera fosilizado, más tarde la erosión pudo desenterrar el molde interno, este quedar expuesto en un entorno marino que propició el desarrollo de los epibiontes, para finalmente volver a quedar enterrado hasta nuestros días. Esta secuencia habrá dejado sus huellas, pues los paleontólogos se percatarían que el ammonite y los epibiontes no eran de la misma época. También habrían quedado huellas de erosión al producirse el desenterramiento, …, por muy diversos motivos se sabe que esto no es lo que ocurrió sino algo más sencillo.
Una concha de ammonite queda sobre el fondo marino en una zona bien iluminada, digamos que a unas decenas de metros de profundidad (A). La concha supone una oportunidad para las larvas de los epibiontes, que siempre están en dura competencia para encontrar un buen lugar donde establecerse. El ammonite va quedando enterrado lentamente lo que permite que su interior se vaya rellenando y que los epibiontes se desarrollen plenamente. Después de un tiempo, los epibiontes también mueren y los bivalvos pierden la valva superior; solo la valva cementada permanece. Finalmente, todo el conjunto queda enterrado y comienza el proceso de transformación en fósil.
Dibujo 1. Se ha representado tres momentos de la etapa de fosilización. En A, la concha yace sobre el fondo blando y supone una oportunidad para que se establezcan organismos que necesitan adosarse a algo estable para prosperar. Se ha representado un bivalvo (h) y un serpúlido (s). En B, el conjunto ha quedado enterrado y la concha del ammonite se ha disuelto, quedando un hueco representado por la doble línea de su contorno. En C, los procesos de compactación que se producen durante la diagénesis han hecho que los huecos vacíos se colapsen y los epibiontes hayan ido a parar sobre el molde interno del ammonite. Dibujo original de Gérard Breton (consúltese la bibliografía).
La concha de aragonito del ammonite es lo primero que desaparece, mientras que las valvas cementadas de calcita son más estables y permanecen. De esta manera queda un hueco dejado por la disolución temprana de la concha (B). Pero dado que el sedimento no está aún litificado, los procesos de compactación colapsan los huecos de modo que los epibiontes “viajan” hasta la superficie del molde interno (C). El conjunto queda finalmente fosilizado con mayor o menor grado de deformación.
Para saber más sobre los procesos que ocurren durante la fosilización y la diagénesis mira la entrada «Deformaciones y roturas en las conchas de ammonites»
¿Cómo era Geczyceras?
Antes de terminar, unas notas sobre nuestro ammonite. El género Geczyceras tiene una concha de tamaño mediano a grande, con un enrollamiento evoluto. El ombligo es amplio y poco profundo. En vueltas internas, la sección es subredondeada, pero en las vueltas finales es subovalada con los flancos paralelos o levemente arqueados y convergentes. La región ventral es redondeada o ligeramente apuntada, con quilla poco desarrollada.
La ornamentación consta de tubérculos que se sitúan generalmente cerca del borde umbilical. las costillas son gruesas, rectas o ligeramente sinuosas y llegan hasta la zona de la quilla donde con frecuencia se flexionan hacia adelante.
En la Cordillera Ibérica son frecuentes durante la Zona Insigne del piso Toarciense (Jurásico inferior) y se suelen encontrar ejemplares de gran tamaño (en torno a 30 cm de diámetro). Por los estudios realizados, se ha llegado a la conclusión de que son ejemplares adultos que después de morir fueron arrastrados por las corrientes hasta otras áreas distantes donde finalmente quedaron sepultados. Esto explicaría la ausencia prácticamente total de ejemplares jóvenes.
Os dejo con un par de ejemplares casi completos de 23 y 26 cm respectivamente:
Bibliografía
- Breton, G. 2006. Des epibiontes fixés sur le moule interne d’ammonites de la craie. L’echo des falaises, 10, Association paléontologique de Villerssur-Mer, Calvados, p 57-60
- Martínez, G. 1996. Los Hammatoceratinae (Ammonitina) del Toarciense y Aaleniense en la Cordillera Ibérica y Cordillera Cantábrica oriental. Implicaciones Paleobiogeográficas. Revista Española de Paleontología, Nº Extraordinario, 114-121
- Martínez, G. 2002. Hammatoceratinae (Ammonitina) del Toarciense superior y Aaleniense en la Cordillera Ibérica, tesis doctoral, 440 pp.
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