El periodo Cretácico comenzó hace 145 millones de años y tanto el clima como la distribución de los océanos de nuestro mundo eran muy distintos a los de hoy en día.
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El mundo cretácico: el clima
Una característica del periodo Cretácico es su clima. En general, fue “cálido y benigno”, es decir, este periodo se caracteriza por un clima templado generalizado en la mayor parte del globo.
Si pudiésemos retroceder hasta el periodo Cretácico, lo primero que nos llamaría la atención al observar la Tierra sería que no había casquetes polares.
Al empezar la era Mesozoica, el primer periodo – el Triásico – tuvo un clima árido en extremo.
Durante el siguiente periodo, el Jurásico, el clima fue más benigno en líneas generales y el Cretácico continuó con un clima cálido y húmedo que se generalizó por todo el globo.
Esto lo conocemos hoy por los fósiles que nos han llegado; incluso las tierras que entonces estaban en latitudes cercanas a los polos, contienen restos fósiles de bosques caducifolios y de reptiles como los dinosaurios.
Ilustración 1. Evolución de la relación entre los isótopos del oxígeno que nos indica la temperatura de la Tierra durante los últimos 500 millones de años (eon Fanerozoico), medido en las rocas y los fósiles por Veizer et al. (1999), y actualizado «on-line» en 2004. Imagen procedente de Wikipedia Commons. Nótese el pico cálido que se produjo durante el periodo Cretácico marcado con el símbolo «K» en el diagrama.
¿Qué fue lo que dio lugar a un clima cálido y húmedo generalizado por todo el globo?
Por una parte, la fragmentación de los continentes, que permitió que aparecieran mares y océanos entre ellos con el consiguiente aporte de humedad a las tierras que bañaban.
La ausencia de casquetes polares también provocó que el mar inundara las zonas más bajas de los continentes. Las plataformas continentales eran enormes y un ambiente húmedo generalizado amortigua los contrastes debido a los cambios estacionales.
Pero el fenómeno que parece fue el más determinante en el clima fue el vulcanismo. Durante miles de años hubo un aumento natural de dióxido de carbono (CO2) en la atmósfera debido a un incremento en la actividad volcánica del planeta.
La confluencia de estos factores contribuyó al establecimiento de un clima cálido y húmedo general.
El resultado fue una actividad metabólica en los ecosistemas sin parangón. Bosques inmensos y praderas interminables que soportaban una extraordinaria diversidad animal, algunas de cuyas criaturas alcanzaron tamaños descomunales.
Y en el mar las cosas no fueron diferentes, basta pensar que los restos de aquellos seres se han convertido hoy en el recurso energético que mueve nuestra sociedad: el petróleo.
Los grandes yacimientos de hidrocarburos del Golfo Pérsico, Arabia y América tienen su origen en los excedentes de los organismos marinos del Cretácico.
El mundo cretácico: La distribución de los mares y continentes
Para entender lo que estaba pasando con la distribución de los continentes y los océanos en el periodo Cretácico hay que remontarse al periodo Pérmico al final del Paleozoico.
En aquel momento, los continentes estaban agrupados formando lo que se denomina el supercontinente Pangea.
A partir de ese momento, las mismas fuerzas de convención del interior del planeta que habían agrupado los continentes comienzan a desgajarlo.
A principios del Cretácico inferior, los continentes permanecen aún bastante agrupados, pero se perfilan grandes divisiones. Norteamérica ya se ha separado de Europa y se ha creado un incipiente océano Atlántico norte.
El equivalente del mar Mediterráneo se extiende y continúa hacia oriente donde abarca lo que hoy es el océano Índico. Este gran océano se denomina Thetis. Más allá se extendía el oceano Pacífico.
Ilustración 2. Distribución de los continentes a principios del Cretácico superior. La deriva continental ha fragmentado los continentes y el océano Atlántico ha comenzado a formarse. El clima global es cálido haciendo que no haya hielos polares, por lo que el nivel del mar es significativamente más alto que el actual. La Península Ibérica aparece parcialmente emergida en el centro de la imagen y ocupa una posición estratégica ya que se encuentra en un punto de intersección entre los diversos mares y océanos de la época. Imagen por cortesía de C. R. Scotese; «Plate tectonic maps and Continental drift animations. PALEOMAP Project (www.scotese.com)».
Los dos grandes dominios marinos durante el periodo Cretácico: el Dominio Boreal y el Dominio Tethis
Desde el punto de vista de diversidad biológica, se distinguen dos grandes áreas marinas: el dominio Boreal y el dominio del Tethis.
El dominio Boreal era una gran área que se extendía en el norte comprendiendo la región Ártica, la parte norte del incipiente océano Atlántico y la parte norte del Pacífico. El dominio del Tethis comprendía el resto de océanos.
Europa era un conjunto de tierras emergidas rodeadas de una serie de estrechos corredores marinos que permitían el intercambio de faunas en función del nivel del mar.
Ilustración 3. Distribución de las zonas emergidas a principios del Cretácico inferior. Había dos grandes áreas marinas con unas claras diferencias biológicas: el dominio Boreal situado al norte del globo y el dominio del Tethis que concentraba el resto de océanos. Ambos estaban conectados por una serie de corredores marinos que variaban con las fluctuaciones que sufría el nivel del mar. Obsérvese cómo Europa era un conjunto de islas rodeadas por dichos corredores y nuestra península se encontraba en una encrucijada de diversas rutas marinas. Mapa modificado por Rafael Abad a partir del original cortesía de Ron Blakey, Colorado Plateau Geosystems, Inc.
El registro fósil muestra que la distribución de ammonites fue bastante diferente de uno a otro dominio, siendo más clara esta diferencia en la primera parte del Cretácico inferior.
Se observan diferencias incluso a nivel de familias, seguramente propiciadas por diferencias de temperatura y/o salinidad.
La Península Ibérica durante el periodo Cretácico
Como se aprecia en las ilustraciones anteriores, de la Península Ibérica, solo el denominado Macizo Ibérico estaba emergido.
Nuestra península ocupaba un lugar privilegiado ya que estaba en el punto de conexión del incipiente océano Atlántico con el océano Thetis.
El sureste de la Península Ibérica
La fragmentación de los continentes que dio lugar a la creación del océano Atlántico produjo que la cuenca sur y sureste de la península se viera afectada.
África se separó de Europa y el esfuerzo distensivo hizo que la plataforma del sureste del Macizo Ibérico se resquebrajara y se inestabilizara.
Se produjeron una serie de zonas marinas con diferente profundidad debido a hundimientos diferenciales. La sedimentación y las condiciones ambientales en cada una eran bastante diferentes.
Se ha podido constatar que en algunas de estas zonas se dieron las condiciones ideales para la fosilización. Eran zonas de profundidad moderada (centenares de metros), oscuras, sin apenas corrientes de fondo y donde los restos orgánicos iban quedando sepultados con relativa rapidez por una “fina lluvia” de partículas que procedían de la desarticulación de los organismos planctónicos que vivían en las capas superiores.
Estas condiciones ideales propiciaron que fosilizaran conchas de ammonites completas que muestran todo su esplendor y otras que nos informan de los avatares que sufrieron tanto en vida como post mortem.
Los ammonites que se muestran en este blog proceden de estas privilegiadas zonas para la fosilización.
Foto 1. Un Olcostephanus tenuituberculatus (ejemplar microconcha). Posee una larga prolongación lateral de la concha en la abertura que se ha partido y ha quedado atravesada en la abertura de esta. El grano de la roca es submilimétrico y está formado por carbonato cálcico producto de la descomposición del plancton. En la roca, el contenido de arcillas es muy bajo y no hay restos de criaturas fotosintetizadoras. Todo esto indica que el fósil reposaba en un fondo marino oscuro, sin aportes (arcillas) del continente y de aguas muy tranquilas.
Agradecimientos:
El autor del dibujo de la portada es Gerhard Boeggemann. La imagén original fue recortada y en realidad representa a unos dinosautios del Jurásico, pero bien vale para mostrar la exhuberancia del planeta en estos tiempos. Creative Commons BY-SA 2.5
Para saber más:
- García Gil P. A. (2013): Ammonites del Cretácico Inferior. Fondos de los Museos de Molina de Aragón nº3, 264 pp
- Meléndez Hevia I. (2004): Geología de España: Una Historia de Seiscientos Millones de Años. Editorial Rueda S. L., 288 pp.
- Monks, N. & Palmer, P. (2002): Ammonites. Smithsonian Institution Press. 176 pp.
- Vera, J. A. (2004): Geología de España. SGE-IGME. 884 pp
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